La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y alma inquieta,
ha de tener su marmol y su día,
su infalible mañana y su poeta.
En vano ayer engendrará un mañana
vacío y por ventura pasajero.
Será un joven lechuzo y tarambana,
un sayón con hechuras de bolero,
a la moda de Francia realista
un poco al uso de París pagano
y al estilo de España especialista
en el vicio al alcance de la mano.
Esa España inferior que ora y bosteza,
vieja y tahúr, zaragatera y triste;
esa España inferior que ora y embiste,
cuando se digna usar la cabeza,
aún tendrá luengo parto de varones
amantes de sagradas tradiciones
y de sagradas formas y maneras;
florecerán las barbas apostólicas,
y otras calvas en otras calaveras
brillarán, venerables y católicas.
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero,
la sombra de un lechuzo tarambana,
de un sayón con hechuras de bolero;
el vacuo ayer dará un mañana huero.
Como la náusea de un borracho ahíto
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias las cumbres de granito;
hay un mañana estomagante escrito
en la tarde pragmática y dulzona.
Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.
Me encanta "el cuervo" de Allan Poe. Tengo un libro de sus obras, cuando estoy solo en casa por la noche me pongo a leer este poema en voz alta metiéndome totalmente en el personaje.
Hace unos años escribía frecuentemente. Mal, pero es lo de menos. Debería retomarlo, es una afición fantástica y permite desconectar de todo como pocas cosas lo hacen.
Esperó, una vez más, en el pasillo más estrecho, el más oscuro, el más callado. Rebuscó en su bolsa de deporte y extrajo el antiguo reloj de bolsillo. Enredó el extremo de su cadena dorada a su dedo índice con la lentitud y ternura de quien acaricia a su amada y luego lo hizo oscilar con un beso. Se lo debía todo, absolutamente todo, a aquel artilugio arcano.
Sonido de pasos. Puntuales, como de costumbre.
—Buenos días —se apresuró a decir a la sombra que se le acercaba.
—Buenos días. Vaya, qué madruga…
No fallaba. Nunca lo haría. Al hacer bailar el reloj frente a los ojos de aquel hombre, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, su voluntad caía a sus pies, como más tarde lo harían los balones, durante el partido.
—Tienes musho sueño —dijo el hipnotizador.
—Tengo muchio sueño —repitió el otro.
De izquierda a derecha, de derecha a izquierda, danzaban los ojos de aquel tipo de pelo gris y ceño fruncido.
—Estás bajo mi podeg. No puedes evitajlo.
—… Poder. Evitarlo —murmuró el hipnotizado.
Gritos y ecos de risas en la lejanía. Debía darse prisa.
—Hoy segué titulag. Hoy y siempgue. ¡Siempgue! ¿Entiendés?
—Serás titular. Serás titular, Karim —respondió Carlo.
Esperó, una vez más, en el pasillo más estrecho, el más oscuro, el más callado. Rebuscó en su bolsa de deporte y extrajo el antiguo reloj de bolsillo. Enredó el extremo de su cadena dorada a su dedo índice con la lentitud y ternura de quien acaricia a su amada y luego lo hizo oscilar con un beso. Se lo debía todo, absolutamente todo, a aquel artilugio arcano.
Sonido de pasos. Puntuales, como de costumbre.
—Buenos días —se apresuró a decir a la sombra que se le acercaba.
—Buenos días. Vaya, qué madruga…
No fallaba. Nunca lo haría. Al hacer bailar el reloj frente a los ojos de aquel hombre, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, su voluntad caía a sus pies, como más tarde lo harían los balones, durante el partido.
—Tienes musho sueño —dijo el hipnotizador.
—Tengo muchio sueño —repitió el otro.
De izquierda a derecha, de derecha a izquierda, danzaban los ojos de aquel tipo de pelo gris y ceño fruncido.
—Estás bajo mi podeg. No puedes evitajlo.
—… Poder. Evitarlo —murmuró el hipnotizado.
Gritos y ecos de risas en la lejanía. Debía darse prisa.
—Hoy segué titulag. Hoy y siempgue. ¡Siempgue! ¿Entiendés?
—Serás titular. Serás titular, Karim —respondió Carlo.
Dibuja un arco y el cuero,
cual ofendida paloma,
manso al área se desploma
de su tránsito ligero.
Allí, soberbio y certero,
dando el envés a la puerta,
Marco se eleva y acierta
pegando a la bola en vuelo,
que obediente mide el cielo
busca el ángulo y se inserta.
Ahora mismo, solo se me ocurre uno breve, pero muy conciso, y en inglés. Ideal para recirtarlo a las guiris de la Costa del Sol o Benidorm en pleno verano, a las 3 de la madrugada