Lo que no consiguió la lluvia (un diluvio) ni la Real (inferior en todo momento), lo logró el árbitro, al señalar el penalti más absurdo de la historia. Así se desniveló un partido dominado por completo por un gran Madrid (70% de posesión), que “inundó” de buen fútbol Anoeta en su mejor primera mitad de la temporada. Luego no bajó los brazos, a pesar de las adversidades (segundo gol, expulsión injusta de Ramos), y consiguió una sensacional remontada (Raúl Bravo y Zidane), que hubiera merecido redondearse con la victoria. Aún así, esta lección de casta marcará un punto de inflexión.
Por lo menos que corran. Ya veremos el sábado con el Getafe.
De todas formas, da pena ver al Madrid y se disfruta viendo al Barcelona. No lo entiendo, pero es así de triste.