Con su juego, una mezcla de contundencia y elegancia, se ha ganado a la Bundesliga
Jesús Vallejo, el becario se doctora
El sábado, camino del Impuls Arena, la guarida del Augsburgo, Jesús Vallejo repasaría la clasificación de la Bundesliga y se frotaría los ojos de nuevo: sólo precedido por el Leipzig, el Bayern de Múnich y el Hertha de Berlín, su club, el Eintracht de Fráncfort, ocupaba el cuarto lugar en la tabla, ¡un puesto en la zona Champions! Los críticos alemanes, gente severa, lo habían señalado como carne de Segunda división, carne de horca, dijeron, y tenían buenas razones para permitirse la licencia: en el campeonato anterior bordeó el descenso y finalmente se aferró a la decimosexta plaza; en otras palabras, se libró por un dedo. Seis meses atrás, el orden actual les habría parecido el mundo al revés.
Ahora, sin embargo, admitían con naturalidad su transformación de rana en príncipe. ¿Motivos? Por ejemplo, uno: desde la posición de central izquierdo gobernaba el equipo alguien a quien los cazatalentos locales consideraban un proyecto de mariscal. ¿Su nombre? Precisamente Jesús Vallejo.
Un capitán de 18 años
Para la cátedra zaragocista, su escuela original, Jesús era un predestinado. Sus impecables trayectorias académica y deportiva impresionaban por igual a profesores y preparadores; si en las aulas se celebraba su promoción del instituto a la universidad, exactamente a la Facultad de Derecho, en los estadios se valoraba su rápido ascenso por la escala oficial del competidor: en el Zaragoza, desde las categorías inferiores hasta la primera plantilla, cuya capitanía logró en edad juvenil; en el fútbol internacional, desde la selección sub 17 hasta la sub 19, que, también bajo su capitanía, se proclamó campeona europea. Probablemente había encontrado la piedra filosofal.
Al menos, Jesús pretendía construir su propio futuro. Cuando se alistó en el Real Madrid, dos destacados monitores de La Fábrica le vieron llegar muy serio a Valdebebas. Convalecía de una lesión, pedía una charla discreta con ellos, y quería exponerles una duda en especial. Cumplido el trámite, sus interlocutores comentaron la incidencia.
-¿Qué te ha preguntado a ti?
-Me ha dicho: "con toda confianza, ¿en qué puedo mejorar?"
-Lo mismo que a mí.
-Luego se ha interesado por nuestros métodos: la dieta, la musculación, la especialización, el descanso. Si la voluntad de superación se impone, su carrera no tendrá límites.
Un becario en rebeldía
Su rendimiento en el Eintracht sería, sin embargo, un enigma. ¿Salvaría la barrera del idioma? ¿Se identificaría con el espíritu germánico? ¿Entendería el fútbol de mazo y turbina? Las respuestas estaban escritas en su cabeza, "Esto es mi beca Erasmus", y en las cartas astrales de la Bundesliga. Después de varios partidos intachables, compareció ante sus colegas del Bayern, los gigantes del torneo. En la primera jugada eligió al más peligroso, Arjen Robben, tomó distancia y le clavó un túnel monumental: un arco de triunfo. Seguidamente, frente al Hamburgo, aceptó el desafío del prometedor Alen Halilovic: le vio arrancar en la línea divisoria con el balón controlado, le midió la zancada y, ya en el área, sacó la planchadora mecánica y lo dejó doblado como un pañuelo de bolsillo.
En estos días completa su etapa de perfeccionamiento; siempre muy concentrado, siempre bien situado, conserva el punto de lucidez necesario para resolver el único problema pendiente: transformar la herramienta de trabajo en un instrumento creativo. Con ese propósito ha incorporado un recurso esencial: antes de recuperar la pelota, sabe a quién debe servírsela.
Perplejo por tanta osadía, rigor prusiano, genio aragonés, su jefe, Niko Kovac, se sinceró sin pudor ante los periodistas: "No había visto un jugador así ni como futbolista ni como entrenador; este chico es un escándalo".
Más que una recompensa de maestro agradecido, aquella declaración era una sentencia. Con 19 años, el becario Vallejo había conseguido la licenciatura.
