Búscale 3 pies al gato.
Los valores de Mourinho
Suya sería la caída, suya sería la victoria.
Tiempos oscuros en el país de los mediocres. Almas vacías controlaban el gobierno mientras los creadores, inmersos en la tristeza colectiva, contemplaban atónitos la magnitud del incendio. Pero un sabio portugués llegaría para ofrecer un mensaje de esperanza.
Independencia. Iglesia y aristocracia vigilaban el imperio, los periodistas decidían la alineación. No sospechaban, pobres ilusos, que perderían pronto el poder. Mourinho cortó cabezas entre los intocables del absolutismo e instauró nuevos valores en su pequeña aldea rebelde, aires de libertad en la corte del nuevo rey. Los principios anacrónicos del Bernabéu serían objetivo secundario, en aquellas trincheras la lucha era contra la España mística de Campofrío. Florentino no cedió a las presiones de los reaccionarios y las flores brotaron en primavera. El señorío, falso pretexto feudal de los contrarrevolucionarios blancos, pasaría a ser la bandera de los negacioncitas. Pero «señorío es morir en el campo». Inteligencia, nobleza y compromiso determinarían a partir de entonces el destino de la nación. Si, a pesar de todo, el Madrid caía en la lluvia de Old Trafford, habríamos contemplado a once gladiadores morir de pie en tierras de la Reina. Perder con la cabeza siempre alta. «Prefiero gente que, independientemente de lo que haya hecho en el pasado, piense en lo que quiere hacer mañana». El futuro es ahora, el chico de Móstoles merecía ser desterrado. Mourinho había derrocado al Antiguo Régimen.
Valentía. Capitanear el barco en tiempos de bonanza resulta tarea fácil, es durante la tormenta cuando nacen los verdaderos líderes. Valentía—decía Kipling—es mantener la mente fría cuando todos a tu alrededor están perdiendo el juicio. Las críticas alimentan su espíritu combativo, los insultos aumentan su amor por la libertad. Haters gonna hate, Marca no sabe hacer otra cosa. Mourinho seguiría su propio camino, suyo y de nadie más, acrecentando en cada paso la leyenda. Suya sería la caída, suya sería la victoria. Sin hipocresías, negando el saludo al árbitro que un día le expulsó; quizá presumió aquel lunes en la oficina bancaria pero el vendedor de depósitos permanecería en el anonimato. Si algo está hundiendo la España de Rajoy es éste quedar bien con todo el mundo. El presidente seguirá buscando consensos cuando el país necesita un líder valiente que luche con convicción, alguien con el coraje de enfrentarse al pueblo para proteger al individuo. Prohibir los sindicatos y Mas en prisión. José es el hombre que Mariano no pudo ser, la búsqueda de la verdad sin importar el precio a pagar por ella. Ambos son poderosos pero uno tiembla cuando la masa murmura, ambos son libres pero uno evade la ya inevitable confrontación. Desconoce el gallego que ni el más fuerte puede ganar una guerra sin presentarse a filas.
Talento. Los caciques gestionaban el vestuario, la cantera recibía trato especial. El maestro de Setúbal llegó con un sueño. “My four little children (Cristiano, Coentrão, Khedira y Pepe) will one day live in a nation where they will not be judged by the color of their skin but by the content of their character.” La meritocracia, la excelencia como única alabanza a Dios, libraría al club de la casta parasitaria. Alguien debe recordarnos que el mundo es un lugar cruel, no todas las niñas pueden entrar en el ballet de Moscú. Roncero era feliz controlando desde la sombra. Hasta que Mourinho impugnó: «Tomás, no serás nunca una bailarina». Los periodistas diseñaron entonces su Résistance. Primero las raíces familiares (“no puede entender el madridismo”), después los orígenes profesionales (“no ha jugado nunca a fútbol”). Llegaría la envidia, respuesta de los grises al éxito de los genios, pero el portugués callaría, consciente que la victoria es la más dulce de las venganzas. Madrid respondió con provincianismo, reclamarían más españoles quienes filosofaban sobre el racismo en la liga rusa. Cazorla de mediocentro y Míchel de entrenador. París caería porque no consiguió entender la globalización. Asia resurge hoy en el corazón financiero de Singapur mientras los franceses mantienen el chovinismo que ya quebrantó el imperio de Napoleón. Recuerden el día en el que la voluntad de un rey derrocó la tiranía del pueblo. Sin miedo al futuro y con la Décima en Londres, manteniendo su media sonrisa burlona, afirmará con la conciencia tranquila: «yo soy un hombre libre».
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