Y eso que Churchill no conoció a Mou
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A mediados del siglo pasado, el dramaturgo Alfonso Paso tropezó con Winston Churchill en Niza, en esa Costa Azul como la sangre de sus veraneantes postineros. Por aquel entonces el Real Madrid forjaba su leyenda épica como si Europa fuera la Tierra Media
A mediados del siglo pasado, el dramaturgo Alfonso Paso tropezó con Winston Churchill en Niza, en esa Costa Azul como la sangre de sus veraneantes postineros. Por aquel entonces el Real Madrid forjaba su leyenda épica como si Europa fuera la Tierra Media y la copa orejona el anillo de poder custodiado por la compañía mitológica del madridismo: Di Stéfano, Gento y Puskas en el papel de Aragorn, Légolas y Gimli. El ex premier, mientras mordía la punta de su famoso habano le espetó a Paso:
–Hay dos cosas que los ingleses no tendremos nunca. Una es el Mediterráneo. La otra es ese endiablado Real Madrid.
–Sir –contestó orgulloso Paso–, yo soy hincha del otro equipo de la capital: el Atlético.
–Eso –repuso Churchill– revela su educación inglesa. Hay que ponerse las cosas difíciles.
Hoy como ayer, los indios siguen poniéndose las cosas difíciles: 11 abriles sin ganar al Madrid. David Gistau me ha contado que su padre, siendo un atlético irremisible, lo llevaba al Bernabéu y le inoculó resignadamente la pasión blanca porque le parecía, como a Churchill, que enrolar a una criatura en las filas colchoneras equivaldría a entregarle agujereado el valioso tarro de la ilusión futbolística. Y para desilusionarse, oigan, ya viene luego la vida, con sus mítines, su Encuesta de Población Activa y sus estrenos de cine español.
Uno observa al madridismo muy confiado en la victoria, no tanto por fe en la estadística como por la razón empírica del juego exhibido. El ánimo rojiblanco estrenó la Liga como una prolongación festiva de la gesta de Hamburgo, pero los últimos tropiezos han reactivado esa conciencia penitencial advertida por Churchill. Claro que si las casas de apuestas abaratan el triunfo atlético, tampoco Neptuno hubiera apostado un cuarto de tridente a que ganarían la Europa League. Y acabó sacudiéndose indios extáticos hasta del culo de la carroza. Pura ciclotimia.
Descontadas la estadística y la moral, ambas del lado merengue, quedan las plantillas. Si el Madrid hoy no lo tiene tan fácil como en los últimos años será porque esta vez Perea no merodeará por la zaga rojiblanca haciéndole creer a De Gea que está ahí para defenderle. Lo que tiene el Madrid es a Mourinho, un tipo que diagnostica los problemas como House y los soluciona como el Señor Lobo. Afirmó que el peligro del Milán estribaba en la marrullería de Inzaghi –el otro Raúl– y la gente rió una boutade. Pero así fue. Lo que quiera que haya preparado Quique tropezará con la mejor defensa desde hace una década. Carvalho es tan ordenado que uno le confiaría la reurbanización de Lisboa tras un terremoto. Marcelo es el mejor jugador del Real Madrid en lo que va de Liga, exceptuando a los otros diez. Ramos sigue desafiando a quienes aseguran que es preciso leer a Schopenhauer para hacerse respetar y sólo a Pepe lo veo un pelo menos atinado que de costumbre. Íker sigue cantando por alto –como tan prolijamente ha explicado Gatti– pero sigue estrangulando las gargantas adversarias cuando ya cantaban el gol. En cuanto a Cristiano, Özil el elfo, Higuaín y Di María, marcan como ricos y presionan como pobres, y así no hay manera de ganar al Madrid, aunque te compres un árbitro sacado de Los Soprano, como ese Webb.