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Tocan cánticos de alabanza
Escribir sobre fútbol te lleva a ser más observador aún si cabe. Es volver a abrir un proceso que está ante nuestros ojos, pero que pasa desapercibido muchas veces. Del tono apasionado de las discusiones son culpables los acusadores. Aquellos que siempre están disconformes, aunque el Real Madrid triunfe, y buscan cinco patas al gato.
Y como los necios siempre van a estar ahí, porque avivar a un tonto es matar a dos inteligentes, yo prefiero no entrar en polémicas banales con fines demagógicos. Hay gente que no se ahorra ninguna difamación para llevar a Mourinho a la guillotina, o advertir toda suerte de perversidad a Casillas. Resulta patético y pesado tanto ataque, cuando mejor estamos en el campo.
Al Real Madrid le tocan cánticos de alabanza; la tangible virtud de nuestro equipo debe ser defendida airadamente, así como su espíritu de sacrificio, su heroísmo inmaculado, celebrarlos en verso y en prosa no estaría mal.
Nuestro club ha encontrado su medida y su cauce. Pero también surge lo trágico cuando a un equipo de naturaleza baja, o quizás débil, le toca en suerte un inmenso destino de jugar unos primeros minutos admirables. Me queda la duda de si al Celta las responsabilidades personales le aplastaron y trituraron.
Así el Real Madrid aprovechó para hacer aquello que mejor se le da: un equipo extraordinario que busca un destino extraordinario. Nuestra naturaleza de desmesuradas proporciones resulta sinónimo de fe, un traje que descubriremos el viernes en el sorteo de Champions.
De modo que si la vida está llena de simbolismos y rituales, el fútbol también. La fumata blanca en el Vaticano indica que hay Papa; si el Barca elimina al Milan significa que su fútbol de clase aún sigue vivo, cosa diferente si quedara fuera.
Porque aquellos equipos destinados desde su origen en la Champions a una suerte negra no reciben de los dioses ninguna indicación ni advertencia. Les dejan recorrer su camino, despreocupados y sin presentimientos y, desde el fondo de su propio vestuario, crece su destino y avanza hacia el encuentro.
Habrá razones futbolísticas de peso para que en el Barca se lamente un descarte en Champions, pero el problema de fondo, es el gran negocio que dejaría escapar.