Ayer fue TT:
#MouQuedateTeQueremos
Carta a Mou por Hughes (ABC).
Admirado don José, aun a sabiendas de que esta opinión le importará lo que un accidente de bicicleta en Pekín, le escribo para agradecerle su trabajo y para pedirle humildemente que se quede. Esto es un candor, pero es de ley.
Ya es habitual que el Real Madrid —club o entorno— despache con ingratitud a quien le sirve. A Fabio Capello antes que a usted le pagaron las ligas «poniéndole en la frontera». A él también se le trató con injusticia y falta de hospitalidad. Y el madridista en casos así se queda con ganas de remediar la sensación de vergüenza y —lo diré— falta grave al señorío. Porque eso es señorío: saber recibir y agradecer.
Me atrevo a pensar que esta obsesiva hostilidad acabó afectando al fútbol que usted pensaba para este Madrid. Se ha echado de menos la intensidad del Chelsea o la desesperada solidez del Inter. Ese puntito excesivo y personalísimo de sus otros equipos.
Quien dice que ha fracasado considerará también fracaso lo de la Quinta del Buitre, que fue causa del madridismo de tantos en mi generación. Usted, don José, ha devuelto el Madrid a la élite tras años de irrelevancia, pero es que aquí estar en la élite no importa, lo que importa es ganar la décima. La décima como antes la séptima, que son el Mcguffin para el carrusel de fichajes y el ciclo cortísimo en un paisaje con figuras eternizadas: las de los capitanes vitalicios y las de quienes les cantan las gestas, que no sabe ya uno quién soporta a quién.
Las paradojas del Madrid ingobernable: ciclo corto y contratos vitalicios. O ganar la copa sin pasar de octavos.
Pero más allá del fútbol, que al final importa poco, fíjese, don José, en cómo nos quedamos los de aquí si usted, siendo el special one, acabara claudicando ¡Qué panorama! ¿Con qué libertad y con qué valor se planta uno ante el otro en esta España para leerle ese papelito, papelito de las verdades escritas, que todos llevamos dentro del bolsillo y no nos atrevemos a sacar?
Si se va, queda el Madrid bajo la dictadura de la palomita, el yugo del fútbol sonso y a los madridistas nos queda serlo bernhardianamente, odiando entrañablemente al Madrid, queriéndolo en la dirección contraria.
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