Borja Valero, el último pase
“Golpea con la izquierda, Borja”, le insistía siempre Vicente del Bosque en el alevín del Real Madrid. Borja Valero tenía entonces diez años. Y Del Bosque, como a otros niños, ya le conocía. Buscaba entonces el ahora seleccionador que Borja fuera ambidiestro. Y con el paso del tiempo -16 años después-, Borja Valero es un referente del Villarreal y de la Liga BBVA.
El último pase. Es una de las virtudes más cotizadas del fútbol. y en ese papel se mueve con absoluta solvencia. Lleva Borja, antes de la disputa de esta jornada, siete pases de gol. Está en números de Özil, por ejemplo, que suma 8. Y de Pedro, Di María o Juan Mata, todos ellos también con siete. Es decir, números de jugador ‘top’. De regalo, esta semana le pudimos ver con otros dos en la Europa League ante el Nápoles. Nilmar y Rossi le disfrutan.
Y Fernando Roig, su presidente, su hijo Fernando y José Manuel Llaneza vuelven a colgarse una medalla con una inversión que no superó los 6 millones de euros. Era una operación clara. La veía todo el mundo. Goyo Manzano, su entrenador en el Mallorca, televisó y radiografió en directo la campaña anterior toda la evolución espectacular de Borja.
El West Bromwich Albion tenía opción de recompra. Pero ni lo vio, ni tampoco el chico, que es inteligente e intuía ya buenos tiempos, quiso volver. Sí estuvieron atentos Pep Guardiola y el FC Barcelona. Sí, no, sí, no, sí no. Estuvo deshojando la margarita, pero con el culebrón de Cesc Fábregas en el aire, y la información privilegiada que posee Pep sobre Cesc, no quiso el Barça forzar la opción ni apretar el acelerador. Pero, que Pep ponga en valor su talento, le dio también un plus de mercado.
Borja Valero es del mes de enero. De enero del 85. Pertenece por tanto a ese grupo de futbolistas diferentes, que de chavales al ser mayores que el resto, poseen un perfil superior. Es lo que denominan los sociólogos ‘ventaja acumulativa’ y que postula Malcom Gladwell. El bueno cada vez es más bueno. En economía lo traducen la idea como ‘el rico cada vez es más rico’. En el deporte, parece que con esta teoría se progresa con paso firme. El rendimiento del niño futbolista supera siempre los objetivos. Suele pasar en los colegios, en términos de educación y estudios, donde los chicos de los primeros meses a menudo sacan mejores notas.
Esta ‘ventaja acumulativa’ es interesante analizarla en la selección española, campeona del mundo. Borja Valero se une al ‘club de enero’. En ese mes nacieron también Xavi, Silva, Víctor Valdés y Arbeloa. De febrero son Piqué, Fernando Llorente y Capdevila. Sergio Ramos y Fernando Torres, de marzo. Puyol y Mata, de abril. Iker, Cesc Fábregas e Iniesta, de mayo. La columna vertebral del equipo ha nacido en los seis primeros meses del año.
No es nada científico. Sería absurdo apelar a un sentido cabalístico para determinar si un futbolista alcanza la excelencia por su mes de venida al mundo. Pero sí es digno de análisis y estudio, en esta vida donde todo está sujeto al examen. La reflexión, en un mundo volcánico y superficial como el fútbol profesional, merece la pena sacarlo a debate. Los entrenadores de juveniles saben mucho de estos detalles.
El último pase. Ahí deleita el madrileño. Borja Valero está en un club grande. El Villarreal es grande en muchos aspectos. De entrada, en su foto oficial, aparecen todos sus empleados -médicos, fisioterapeutas, utileros-. Un ejemplo de familia. De grupo. Donde todo el mundo es importante. La cuelga con orgullo el club en su web. Un buen detalle, porque habitualmente la imagen que proyecte el vestuario, es la imagen real que ofrece el equipo en el campo.
El equipo amarillo además es grande en gestos. Salta al césped con el chándal, que en los Mundiales, se llama ‘de himno’. Saludan a sus rivales con la parte de arriba puesta. Al término del protocolo, le entregan el chándal a los auxiliares del equipo. Es un toque de club grande.
Lógicamente, el Villarreal siempre protege con autoridad a sus jugadores. Maneja la filosofía de anticiparse a los demás. El club ha conseguido ya un desafío. Que los jugadores, ante una oferta idéntica, quieran fichar por el Villarreal. Eso no es fácil. Y se gana con seriedad y prestigio en los despachos.
Por eso, el ‘último pase’, el del traspaso de Borja a otro club con más presupuesto, no será una apuesta sencilla. El Villarreal no es vendedor. Pero habitualmente, en España todo tiene un precio. Las cláusulas de rescisión obligan. Y si el Real Madrid aprieta y paga, el futuro puede cambiar.
http://www.sportyou.es/blog/futbol/2011 ... 93510.html