En un fútbol cada vez más automatizado, la frescura de este estilo de jugadores se siente como un soplo de aire fresco. Reflexiones como las de Marcelo Bielsa y Juanma Lillo abordan precisamente este tema.
Bielsa señala que el fútbol actual ha perdido atractivo debido a la ausencia de sorpresa e improvisación, aspectos esenciales que antes lo definían. Por su parte, Lillo critica la obsesión que se ha instaurado en muchos equipos por jugar a uno o dos toques, lo que termina mecanizando el juego y restándole creatividad.
Hoy en día, el fútbol parece haberse convertido en un deporte regido por bases de datos, análisis constantes y la búsqueda incesante de maximizar el rendimiento individual y colectivo en el campo. Sin embargo, no todo está perdido. La selección española, por ejemplo, demuestra que aún es posible apostar por un fútbol que priorice la estética y las ideas claras. Algo similar ocurre con el Barcelona (aunque me cueste admitirlo), que actualmente propone un estilo de juego coherente y atractivo.
Eso sí, jugar bien no siempre significa ser más competitivo. Creo firmemente que, si logramos dar con la tecla adecuada, tenemos mayores posibilidades de competir por títulos importantes. Contamos con jugadores cuyas características encajan mejor en el fútbol actual, orientado hacia la eficacia y la victoria. Pero para ello, necesitamos encontrar el equilibrio perfecto entre la idea y la ejecución.