Socarrón este Ancelotti, en el primer tramo el Madrid le desmintió desde el primer segundo. Si el empate le valía, no lo pareció. En los tiempos del Espartaco Simeone, no ha habido mejor respuesta de los blancos en el Calderón, lanzados a por el partido sin miramientos, a la carga de Oblak, de largo el mejor de los locales. Esta vez, el Atlético no era ese equipo que anuda al rival, que le atosiga por toda la pradera. El cepo de verdad lo puso el Madrid, colonizador de la pelota, aventurado al frente como desde hace tiempo no se le conocía en el Manzanares. No lo esperaban los colchoneros, que se quedaron tiesos como nunca, a merced de un centinela de aúpa como Varane, sometidos por el pincel de un estupendo Kroos, a la vera del ubicuo James, al compás de la infinita partitura de Modric, al dictado de Benzema... Con el Madrid solo podía Oblak, con tenazas en las manos en un cara a cara con Bale, en otro disparo lejano del galés, en una rosca con el empeine exterior de James. Pim, pam, pum… Y Oblak y más Oblak, el héroe inesperado.
Sostenido por su portero, en el Atlético no había pisadas de Arda y Koke, lo que le dejaba descamisado cuando tiraba serpentinas si apañaba alguna pelota. Tampoco enganchaban Griezmann y Mandzukic, más proclives a amurallar al rival que a la vanguardia, y casi siempre a muchas cuadras de Casillas, lo que propiciaba la presión alta de los madridistas. No era el Atlético machote, con Gabi y Mario Suárez fuera de pista, subyugados por el ritmo de Kroos, Modric y James. A partir de ese tridente, el Madrid puso la pelota en marcha, con pocos toques, sin conducciones innecesarias. A falta de otro recluta para la circulación, ahí estaba Benzema, al que no le pueden las prisas.
Por una vez, el centro del campo era blanco, por fin el Madrid se lo tomó como un centro de operaciones.
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