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Despejado Iker Casillas y perpetuado Sergio Ramos, la reforma del frustrado Real Madrid del pasado curso solo pasa por el banquillo. Nadie nuevo en la galaxia, el mismo espinazo titular. La gran mudanza, en el banquillo, con Rafa Benítez de vuelta a casa, pero a la casa madre, y un bloque de reservistas: Kiko Casilla, Lucas Vázquez, Cheryshev, Kovacic, Casemiro y quizá Danilo —si no espabila por delante de Carvajal—. Junto a Varane, Nacho y Jesé, juventud de refresco para un técnico al que siempre le gustaron las rotaciones. En Chamartín no le será fácil, las luces de neón son otras. En esta plaza las megaestrellas son palabras mayores y el entrenador madrileño tendrá que afinar su diván, poner a prueba unas dotes de convicción que no siempre le han resultado a lo largo de su carrera, sacudida en ocasiones por destemples con las principales figuras que ha tenido a su cargo.
Estudioso y metódico, a Benítez no le gusta dejar nada al azar. El fútbol, en su pendrive, todo programado al detalle, robotizado al máximo. En el Real Madrid se ha propuesto un objetivo que no es nuevo en el club, la palabra mágica de los últimos años: equilibrio. Por galones y nómina de jugadores, el equipo está obligado a mirar al frente, pero sin mayor destape del necesario. Un desafío mayúsculo, conseguirr que jugadores del perfil de Cristiano, Bale, Benzema, James e Isco sean mosqueteros cuando el equipo pierda la pelota. Con el tiempo se adaptó Modric, y asumió su reciclaje Kroos. Con Ancelotti hasta tuvieron que sudar como regaderas el colombiano y el malagueño, pero el caso de los atacantes no está resuelto.
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Bale, con una imagen más cinematográfica, ha conseguido exiliarse de los costados. Ahora quiere otras galas, las del "diez" clásico, las reservadas para esos iluminados que tienen anteojos de primera clase para filtrar pases, pie de seda para el juego corto con precisión cirujana y pericia para llegar al gol al asalto como segundo delantero. Al galés no se le ha visto cómodo en esa posición, su forro físico no le ayuda. Es un futbolista que se desata en las distancias largas por su enorme potencia en carrera, pero a su espigado cuerpo le falta un centro de gravedad más bajo para tener más maña en espacios reducidos, donde las defensas acogotan.