Corto y pego el comentario de un forero ACB. Iba a escribir un tochaco, pero como coincido con todo y está tan bien redactado, lo posteo aquí, como agradecimiento a Don Pablo Laso Biurrun y a este forero. Me acabo de hacer un Pedro Sánchez, pero sin interés personal y con absoluta transparencia
Simpson_M escribió: ↑Ayer, 23:29
El aplauso a Laso es merecido. No creo que sea sencillo aún ver lo que supuso para el club hace más de una década. Algunos lo apuntáis y muchos sabemos lo que fue el Madrid de los 90, desde Stanley Roberts a Hansi Gnad pasando por un paraíso entre medias. El ser aspirante a tercer equipo de la ACB en pugna con Unicaja y Valencia. En ver cómo incluso los proyectos con resultados se asfixiaban pronto tras algún éxito inicial (Boza o Plaza) o se venían abajo estrepitosamente (Messina).
Laso llegó algo así como en una huida del divismo, tras varios intentos a lomos de celebridades, y ciertamente así lo fue al principio, pero se reveló como un animal carismático a contrapié, un hombre que daba bien en la cámara, con una personalidad fuerte y un aire entre pragmático y vehemente, directo y claro que creo que terminó por ganar a todos.
Tuvo grandísimos equipos pero sobre todo supo ver cuán grandes eran y de hecho era un entrenador que mimaba a los que consideraba importantes incluso cuando no estaban bien. Vio que lo que podía hacer grande al equipo era la velocidad y la agresividad ofensiva y cedió el peso del juego a ese tipo de jugadores, gente que algunos pensaron que se terminarían quedando a medio camino (el Chacho con Messina no fue un jugador brillante). Creyó en ese concepto y si bien tuvo siempre pívots de una gran entendimiento del juego (poco se habla de Reyes y Ayón para lo que dieron al Madrid, sobre todo el primero, claro) aceptó el reto de tener jugadores complementarios y de rol en vez de plantillas con más densidad, sobre todo los primeros años. Luego, tuvo una suerte importante, y es que fue el entrenador de Doncic, fue el entrenador de Mirotic, fue el entrenador de Rudy en su vuelta a Europa, fue el entrenador cuyo uso de Carroll, a veces no entendido, fue difícilmente mejorable. Fue el entrenador con el que Llull se hizo legendario, reflotó y llevó al cielo a Chacho -quien creo más le puede deber, por de dónde estaba y a dónde llegó a sus mandos. Con él se prefirió a Slaughter en vez de a Tomic, se exprimió el carácter de Chapu y se confirmó la carrera de Facu. Jugó con aleros grandes y pequeños, con 5 dominantes e interiores y pequeños y cancheros, se ganaron dos euroligas -justo es recordar que pudieron ser cuatro sin acudir a la exageración-... ningún entrenador dura más de diez años en un equipo como el Madrid si no tiene una mezcla de suerte, jugadores y conocimiento. Laso tuvo un poco de algunas de esas cosas y un mucho de otras. Siendo, además, un personaje de perfil relevante y sonoro, una figura que será recordada dentro de mucho tiempo como una leyenda del Madrid.
Y los jugadores de esa generación lo saben. Los que siguen y muchos que se fueron recuerdan esos años como lo mejor de su carrera. Lo fue, sin duda. Darden seguramente recuerde que en Milán tuvo su confianza para poner a su equipo cuatro puntos arriba unos minutos antes de perder estrepitosamente en la prórroga. Draper se fue del equipo justo cuando conseguía ganar la Euroliga. Y así sucesivamente. Que hoy hayan sido Rudy, Chacho y Llull los que han rematado el partido es algo tan agradable como procedente. En cualquier caso, una relación así sólo acaba con el retiro -si llega hasta el final- o con el rencor, si acaba antes. Chus es el eslabón siguiente a la cadena y si bien estuvo a punto de romperse, tuvo ese mayo mágico que le da la oportunidad de estar ahora donde está. Laso casi no tuvo malas rachas en más de un lustro, y no tuvo una auténtica crisis hasta el final. Eso es algo que entra dentro de lo histórico en esta santa casa, de hecho, yo, que me aboné el año de Imbroda, no creo que vuelva a verlo. Ojalá me equivoque, y Chus sea un heredero a la altura del vitoriano, pero eso es tan difícil que sólo podría ocurrir en un club como éste, tan dado a lo increíble.