Victoria trabajada ante un fantástico Almería. El árbitro benefició a los locales. Se anuló un gol legal a Uche. Sneijder marcó un gran gol de falta.
OVACIONADO. Sneijder abandonó el campo en el minuto 74 y fue despedido con una ovación de los seguidores madridistas. Su gol volvió a encandilar a los aficionados.
El Madrid no ganó por el árbitro, pero dio la impresión de que el árbitro salió decidido a ayudar al Madrid. Desconozco si el señor Álvarez Izquierdo se dejó llevar por los sentimientos o simplemente es tan malo como aparenta. También pudiera ser que al ver el estadio lleno sintiera la obligación de colaborar en la fiesta. Es complejo el cerebro, incluso el humano. Hay árbitros que aprovechan la multitud para desafiar al universo y otros que se unen a la masa para corear, a su modo, los mismos gritos. Hay árbitros que perjudican al poderoso porque entienden que así ayudan a los pobres del mundo y hay otros que actúan al revés porque lo creen más chic. Hay árbitros de billar y de Villar.
En cualquier caso, siempre resulta terrible que el árbitro se manifieste. Para el Madrid fue una mancha y para el Almería un obstáculo. Ambos equipos merecían la oportunidad de haberse sobrepuesto o derrumbado, de haber peleado en igualdad de condiciones contra las dificultades deportivas. Por allí se nos escapó un hermoso partido que tal vez hubiera empatado el Almería y que seguramente habría terminado por ganar el Madrid. Pero nos quedamos sin ese asedio y sin ese acelerón. Nos quedamos sin proezas.
Conviene advertir que el Madrid no fue el equipo deslumbrante de las dos primeras jornadas y que el Almería, en cambio, dejó una magnífica sensación de juego y valentía, que todo eso es necesario para poner en aprietos al dueño del Bernabéu. La rebaja de unos y el crecimiento de los otros nos situó ante un partido inesperadamente igualado, intenso y emocionante.
La razón más evidente del atasco madridista es que muchos jugadores acusaron sus compromisos internacionales. Hace apenas un par días Robinho dormía en Boston, mientras Saviola, Heinze y Gago lo hacían en Melbourne. Sergio Ramos no viajó tan lejos, pero también acusó el cansancio y el alboroto de la Selección. Incluso Sneijder, motor de Holanda, bajó de revoluciones. Van Nistelrooy ni siquiera jugó, tocado.
Con ese panorama se explica mejor que fallaran las conexiones, la rapidez que eleva al nuevo Madrid. Sólo Guti mantenía el nivel y la actitud de mariscal de campo. Pero cuando el equipo baja el tono Guti no es suficiente. El juego del Madrid está prendido por hilos de oro, por una altísima exigencia de toques y desmarques. Por eso, no creo que este equipo admita términos medios: pasará de ser imponente a parecer frágil, como ayer. Nunca será mezquino, pero no siempre será incontenible.
Prestigio. El Almería, por su parte, pasó en 90 minutos de simpático recién ascendido a Ajax de Amsterdam. Digamos que acreditó su buena fama y la multiplicó por cien, que para eso vale el Bernabéu. Superó todas las pruebas que plantea el escenario. Primero, no temer. Luego, jugar. Después, marcar. Parece obvio, pero he visto a futbolistas visitantes a los que se les caían las medias nada más cruzar el medio campo.
De principio, las novedades más llamativas se concentraban en las respectivas delanteras. Saviola reemplazaba a Van Nistelrooy y Kalu Uche sustituía a Negredo, ausente por pasado y por contrato. No creo equivocarme si digo que el argentino estuvo tan vigilado por los suyos como por los rivales. Porque Saviola no es tanto un ex jugador del Barcelona como un ex suplente del Barcelona. Y eso contiene a bastantes madridistas, que desconfían del origen y de la talla.
Hay que reconocer que el simple cambio de fichas modificó la fisonomía del Madrid, que pasó de tener la proa como una carabela a tenerla como submarino. Además, Saviola es más un segundo punta que un ariete puro, lo que le puso en bastantes apuros en los centros por banda.
Sin embargo, creo firmemente que Saviola es un gran futbolista con virtudes poco espectaculares, pero con facilidad para marcar goles que desatascan. Ayer lo demostró, para alivio personal y del personal. No fue un tanto espectacular, porque esos no suelen ser los suyos. Fue un gol de pura puntualidad. Había que estar allí en ese momento. Raúl disparó con la zurda y Cobeño no logró atrapar el balón venenoso, que rebotó en el palo antes de volar en diagonal hacia Saviola, que remachó y se quitó un peso de encima.
El tanto hacía justicia al empeño del Madrid, que había inclinado ligeramente el partido a su favor. El Almería, comandado por un excelente Corona, desplazaba bien la pelota, pero le faltaba comunicación con Uche, que pese a todo se movía con peligro.
En el Madrid tenía menor lucimiento Heinze, otro debutante en el once. Y es que el argentino tiene más hechuras de central que de lateral. Será útil en campos hostiles, pero su encaje no será sencillo en el Bernabéu, donde se espera que los laterales sean más generosos. La sombra de Roberto Carlos es alargada.
Cambios. En el descanso, Schuster incluyó a Drenthe por Heinze y a Higuaín por Robinho. Y el equipo, sin transformarse completamente, se hizo algo más dinámico. En cinco minutos, dos estupendas aperturas de Guti desde el palo mayor finalizaron en los alrededores de Cobeño.
Inmediatamente después contestó el Almería. Primero fue Corona quien asistió a Crusat, que disparó alto. Luego fue Uche, que desvió mortalmente otro chut de Crusat, esta vez raso. El gol era incontestable, porque la jugada pillaba in fraganti a Higuaín, que se había descolgado y hacía buena la posición del delantero. Tan claro era su error, que la cara del argentino era un poema de culpabilidad. Sin embargo, el árbitro ignoró la evidencia y anuló el gol, en inestimable sintonía paranoica con su asistente.
A pesar de las adversidades, el Almería vivió sus mejores momentos. Llegó con facilidad hasta el área de Casillas y repitió mil veces los centros retrasados a la frontal, ahogando al Madrid.
Entonces, se disparó al pie. Pulido perdió un balón inexplicable cuando ejercía de último hombre y Saviola corrió el contragolpe sin que se divisara enemigo en varios kilómetros a la redonda. Pero lo había. Justo cuando preparaba el gatillo, Crusat se lanzó a sus pies. La jugada fue confusa, porque no queda claro si el jugador del Almería toca balón o pierna, o ambas cosas al mismo tiempo. Pero el árbitro no dudó: señaló falta y expulsó a Crusat.
Otra falta muy protestada por los visitantes desembocó en el segundo tanto del Madrid. Diarra cayó con estropicio en la frontal y Sneijder clavó el balón en la portería contraria. Fue un tiro magistral que se elevó lo justo para superar la barrera. Eso impidió la reacción de Cobeño, que sólo vio el proyectil cuando estaba dentro.
Es un mérito que el Almería no se rindiera. Y en su enésima aproximación tuvo premio: Uche burló a Cannavaro (ay) y fusiló Casillas. Y el Madrid volvió a sufrir, asediado por el entusiasmo enemigo. Poco después se reavivó la polémica. Natalio regateó a Metzelder y al salir del último quiebro se tropezó con un pie del alemán. En vivo pareció penalti, y en la moviola lo pareció menos. Del árbitro, ni rastro.
No había cesado el rumor cuando Higuaín consiguió un gol que desde ahora le permitirá ver la portería más grande. El Almería se distrajo con la posición adelantada de Saviola y el argentino llegó por detrás y superó por alto a Cobeño.
El Madrid no ganó por el árbitro, pero a estas horas el Almería podrá decir lo mismo.
