(os copio el texto completo de la opinión que acabo de escribir, con el alma, en mi blog
www.nacidoparaelmadrid.blogspot.com. Perdonad la extensión)
Que paren el Madrid... que yo me bajo
Un monstruo. Un monstruo autodestructivo y suicida. Un monstruo gigantesco que se devora a sí mismo. Eso es el Real Madrid desde hace demasiado tiempo y lo es en una medida mayor a cada año que pasa. Es muy fácil de explicar. Solo existe una institución deportiva en el planeta Tierra que pueda hallarse en una situación competitiva de liderazgo y transmitir, sin embargo, una imagen de hundimiento estrepitoso. Y es un monstruo otrora modélico al que se conoce por Real Madrid.
Una primera vuelta histórica, con 49 puntos y 67 goles a favor -sí, 67, marca absoluta-, no son nada. Un dato lejano y frío, casi invisible. El pasado domingo, después de cerrar un partido vistoso y enérgico con una goleada al Athletic de Bielsa, las tres primeras preguntas de la rueda de prensa posterior ignoraban que sobre el césped hubiera sucedido nada. Hoy, antesala del que se supone es el mejor partido que se puede ver en el universo balompédico, sigue el ruido. Mou discute con sus jugadores. División. Clanes. El entrenador amenaza con irse. "Don Imprescindible se hace el interesante", títula con grandes caracteres el AS, inquieto por la estela su competidor Marca, que prendió la mecha con la famosa portada del domingo. Y el madridismo entregado. Lo dicho, un monstruo.
En este club el fútbol, a poco que uno lo mire, casi nada tiene sentido y no queda nadie inocente en tan dolorosa conclusión. No lo es, para empezar, Florentino Pérez, presidente entregado a los aledaños frívolos y huidizo del balón. Su estilo, con presentaciones megalómanas y fuegos artificiales, no es ajeno al sainete. Quizás sea, incluso, su semillero. Los despidos fulminantes de entrenadores, el dineral dilapidado, los Zidanes y Pavones y el discurso contrario, Valdano sí, Valdano no, Valdano sí, Valdano no. Bandazos. Ostentosa declaración de que no hay un plan.
De la mano, la prensa. Aquí hay tomate cambió el paradigma. No inventó uno nuevo el programa, claro, pero con su éxito se reforzó la gran mentira: es noticia lo que interesa y lo que da de hablar. Y no. La libertad de información es un derecho sagrado, tanto que los profesionales tienen una obligación con el servicio público. Ojo, que servicio público y servicio al público no son lo mismo. A veces, de hecho, son lo contrario. No es más noticiosa una bronca por el impacto que genera su conocimiento. El desacuerdo entre un ejecutivo y un subordinado es, bien mirado, rutina profesional. Lo es también el distanciamiento entre técnicos y jugadores en todas las modalidades deportivas, de todas las categorías, de todos los vestuarios, de todo el mundo. Sin excepción.
El objeto más relevante de discurso del periodismo deportivo debería ser el juego. Lo demás es colorín, necesidad de relleno o puro sensacionalismo, por muchos ingresos que genere y por mucho que marque la agenda y las charlas de barra y pincho de tortilla. Esa charlas a las que se entrega una opinión pública cautiva y desarmada, dispuesta a entrar al trapo y a considerar los regates y los goles elementos subsidiarios. Ay, la afición del Madrid. Ay, ay, ay. Irreflexiva, alejada de la autocrítica y de su rol principal, movida a golpe de discurso ajeno. Entretenida en el clima guerracivilista de las posiciones predeterminadas y, a lo que parece, complaciente con el escenario de cambios permanentes de entrenadores, de deportistas, de dirigentes o de lo que sea. Deseosa de promesas y de marcha. De cotilleos, de fichajes confirmados que no llegan, de droga barata.
Todos, incluido Mourinho, engordan a la bestia. Las salidas del tiesto, las alusiones crípticas, los dedos agresores o la justificación cínica de acciones injustificables -Pepe, un suponer- no señalan ningún camino que sea bueno. Aumentan la fractura y facilitan munición a quien hace negocio con el escándalo porque un día despide a Pellegrini, al siguiente declara la condición divina de un entrenador portugués y al otro lo nombra propietario de las llaves del Averno. No hay memoria. La gente, el lector, el oyente, el consumidor, se mueve a golpe instantáneo de estímulo. Y no lo tendrá en cuenta. Así estamos.
Este Real Madrid no tiene salvación. Quienes se relacionan con él viven instalados en el sobresalto perpetuo. Su código de conducta es el alboroto incontrolable. Nadie se para, además, a pensar. La pelota dejó de tener sentido hace demasiado tiempo. Basta con detenerse un segundo y analizar lo que ha ocurrido sobre el césped durante la primera mitad de la temporada. ¿Qué ven? Goleadas, buen juego en general y dos sopapos del equipo que mejor juega al fútbol desde hace años. ¿No lo ven? Es probable, ya que tienen delante una humareda negra y espesa, nacida de un fuego que todos nos encargamos de alimentar para que el monstruo se queme en él cada pocos meses. Una presentación galáctica y tres portadas tamaña sábana y lo resucitamos. Después, lo volvemos a destruir. Y así siempre. Pues que os aproveche. A vosotros y al monstruo suicida. Esto no debería ser mi Madrid.
Me dan ganas de bajarme.