Bueno, es la primera vez que veo este post, y bueno, quiero poner mi granito de arena XD
Como aquí vale poner lo que a uno le de la gana, a mi se me ha ocurrido poner la letra de la cancion que estoy escuchando ahora: Peces de ciudad de Joaquín Sabina, cuyo único defecto es que es del Atlético, pero bueno.
Peces de Ciudad
Joaquin Sabina
Se peinaba a lo garçon
la viajera que quiso enseñarme a besar
en la gare d´Austerlitz.
Primavera de un amor
amarillo y frugal como el sol
del veranillo de san Martín.
Hay quien dice que fui yo
el primero en olvidar
cuando en un si bemol de Jacques Brel
conocí a mademoiselle Amsterdam.
En la fatua Nueva York
da más sombra que los limoneros
la estatua de la libertad,
pero en desolation row
las sirenas de los petroleros
no dejan reír ni volar
y, en el coro de Babel,
desafina un español.
No hay más ley que la ley del tesoro
en las minas del rey Salomón.
Y desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis sueños va, ligero de equipaje,
sobre un cascarón de nuez,
mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero,
de un velero al abordaje,
de un no te quiero querer.
Y cómo huir
cuando no quedan
islas para naufragar
al país
donde los sabios se retiran
del agravio de buscar
labios que sacan de quicio,
mentiras que ganan juicios
tan sumarios que envilecen
el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad
que mordieron el anzuelo,
que bucean a ras del suelo,
que no merecen nadar.
El Dorado era un champú,
la virtud unos brazos en cruz,
el pecado una página web.
En Comala comprendí
que al lugar donde has sido feliz
no debieras tratar de volver.
Cuando en vuelo regular
pisé el cielo de Madrid
me esperaba una recién casada
que no se acordaba de mí.
Y desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis venas va, ligero de equipaje,
sobre un cascarón de nuez,
mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero,
de un velero al abordaje,
de un liguero de mujer.
Y cómo huir
cuando no quedan
islas para naufragar
al país
donde los sabios se retiran
del agravio de buscar
labios que sacan de quicio,
mentiras que ganan juicios
tan sumarios que envilecen
el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad
que perdieron las agallas
en un banco de morralla,
en una playa sin mar.
El fútbol catalán merecía este derbi. Durante años, el Espanyol había sufrido como nunca su condición de club desatendido y marcado por enquistados complejos de inferioridad. Ante un Barcelona que bordó el fútbol en la primera mitad, pero que se mostró incapaz de aguantar hasta el final un ritmo de partido infernal, el Espanyol fue capaz de arrancar un empate de mérito que le permite seguir soñando. Los azulgrana, que se hartaron de estrellarse contra Kameni, apuntan síntomas de mejoría, pero siguen lejos del equipo fiable de antaño. [Estadísticas | Fotos]
Qué pena que espectáculos semejantes se vean enmugrecidos con la actitud patética de los presidentes de Espanyol y Barcelona, Daniel Sánchez Llibre y Joan Laporta. El primero, incapaz de disfrutar de la bisoña prosperidad de su club, se crece presumiendo de antibarcelonismo, bandera de la que debería huir para siempre el Espanyol.
Laporta le va a la zaga, y aprovecha sus interludios autopropagandísticos con sus compadres de Convergència —esta vez le tocó disfrazarse de intelectual en la manifestación por el derecho a decidir sobre las infraestructuras— para bramar con su habitual desparpajo contra Sánchez Llibre. Ya en el estadio de Montjuïc, ni tuvieron la dignidad de mirarse pese a compartir espacio vital.
Lamentable actitud que enciende aún más el odio de los descerebrados. Mientras los Boixos Nois preparaban sus bengalas y obligaban a familias enteras a abandonar sus localidades, sobre el césped, tanto Espanyol como Barcelona reclamaban piedad ofertando un gran partido ante los que pretenden gangrenar este deporte.
Messi impartió una lección magistral de principio a fin. El argentino lo tiene todo para marcar una era, y volvió a demostrar que la era post Ronaldinho —al brasileño, suplente por primera vez en la Liga, le dan ahora el estatus de un Ezquerro más— no será nada traumática si mantiene su increíble nivel de competición.
Los blanquiazules se toparon en el primer tramo de bruces contra un monstruo que no llega a los 170 centímetros apodado La Pulga, y que además cuenta con dos escuderos de tallo similar, Iniesta y Bojan, capacitados para magnificar el trabajo de su paladín. Entre los tres destriparon al Espanyol, al que de nada parecía servirle su hipermotivación ni su treta de plantar las líneas de presión muy arriba.
La resistencia del equipo de Valverde duró cinco minutos, justo el tiempo en que a Messi se le presentó la oportunidad de encarar al pobre Clemente en carrera. El ex de Boca perdió dos metros en décimas de segundo tras un vertiginoso dribling del delantero azulgrana. Tampoco atrapó Torrejón a Messi en el interior del área, y el argentino, ya en la línea de fondo, tuvo aún fuerzas para asistir al segundo palo para que un soberbio Iniesta anotara a placer.
Xavi y Bojan se estrellan con los palos
El Espanyol, aun sin perder el orden, aguantaba la ventolera cómo podía. El Barcelona, por contra, dejó pasar la oportunidad de matar el encuentro. No tuvo suerte Messi, que acarició la sentencia con un disparo cruzado que se marchó fuera. Tampoco Xavi. Primero, erró incomprensiblemente tras una fenomenal asistencia de Bojan; instantes después, el centrocampista azulgrana mandó el cuero en la cruceta tras un tiro franco y Bojan, en el rechace, volvió a estrellar su testarazo en el larguero.
Pero este equipo de Rijkaard no tiene término medio. El Barcelona evidenció su condición de coloso con pies de barro y se dejó despedazar por el Espanyol en una segunda parte pletórica de los blanquiazules. Valverde arengó a los suyos para que se fueran sin miedo hacia arriba, y los azulgrana se echaron a temblar.
El técnico holandés mandó al banco a Bojan para que entrara el denostado Ronaldinho; el cacereño, por su parte, echó mano del hombre milagro del club, Coro, quien, una vez más, llevó al delirio a Montjuïc. Riera sólo se escapó de Puyol una vez. Suficiente. El pase hacia atrás del internacional español encontró en el área la certera bota de Corominas, que despertó a un Barcelona que sigue buscando su identidad.
El fútbol catalán merecía este derbi. Durante años, el Espanyol había sufrido como nunca su condición de club desatendido y marcado por enquistados complejos de inferioridad. Ante un Barcelona que bordó el fútbol en la primera mitad, pero que se mostró incapaz de aguantar hasta el final un ritmo de partido infernal, el Espanyol fue capaz de arrancar un empate de mérito que le permite seguir soñando. Los azulgrana, que se hartaron de estrellarse contra Kameni, apuntan síntomas de mejoría, pero siguen lejos del equipo fiable de antaño. [Estadísticas | Fotos]
Qué pena que espectáculos semejantes se vean enmugrecidos con la actitud patética de los presidentes de Espanyol y Barcelona, Daniel Sánchez Llibre y Joan Laporta. El primero, incapaz de disfrutar de la bisoña prosperidad de su club, se crece presumiendo de antibarcelonismo, bandera de la que debería huir para siempre el Espanyol.
Laporta le va a la zaga, y aprovecha sus interludios autopropagandísticos con sus compadres de Convergència —esta vez le tocó disfrazarse de intelectual en la manifestación por el derecho a decidir sobre las infraestructuras— para bramar con su habitual desparpajo contra Sánchez Llibre. Ya en el estadio de Montjuïc, ni tuvieron la dignidad de mirarse pese a compartir espacio vital.
Lamentable actitud que enciende aún más el odio de los descerebrados. Mientras los Boixos Nois preparaban sus bengalas y obligaban a familias enteras a abandonar sus localidades, sobre el césped, tanto Espanyol como Barcelona reclamaban piedad ofertando un gran partido ante los que pretenden gangrenar este deporte.
Messi impartió una lección magistral de principio a fin. El argentino lo tiene todo para marcar una era, y volvió a demostrar que la era post Ronaldinho —al brasileño, suplente por primera vez en la Liga, le dan ahora el estatus de un Ezquerro más— no será nada traumática si mantiene su increíble nivel de competición.
Los blanquiazules se toparon en el primer tramo de bruces contra un monstruo que no llega a los 170 centímetros apodado La Pulga, y que además cuenta con dos escuderos de tallo similar, Iniesta y Bojan, capacitados para magnificar el trabajo de su paladín. Entre los tres destriparon al Espanyol, al que de nada parecía servirle su hipermotivación ni su treta de plantar las líneas de presión muy arriba.
La resistencia del equipo de Valverde duró cinco minutos, justo el tiempo en que a Messi se le presentó la oportunidad de encarar al pobre Clemente en carrera. El ex de Boca perdió dos metros en décimas de segundo tras un vertiginoso dribling del delantero azulgrana. Tampoco atrapó Torrejón a Messi en el interior del área, y el argentino, ya en la línea de fondo, tuvo aún fuerzas para asistir al segundo palo para que un soberbio Iniesta anotara a placer.
Xavi y Bojan se estrellan con los palos
El Espanyol, aun sin perder el orden, aguantaba la ventolera cómo podía. El Barcelona, por contra, dejó pasar la oportunidad de matar el encuentro. No tuvo suerte Messi, que acarició la sentencia con un disparo cruzado que se marchó fuera. Tampoco Xavi. Primero, erró incomprensiblemente tras una fenomenal asistencia de Bojan; instantes después, el centrocampista azulgrana mandó el cuero en la cruceta tras un tiro franco y Bojan, en el rechace, volvió a estrellar su testarazo en el larguero.
Pero este equipo de Rijkaard no tiene término medio. El Barcelona evidenció su condición de coloso con pies de barro y se dejó despedazar por el Espanyol en una segunda parte pletórica de los blanquiazules. Valverde arengó a los suyos para que se fueran sin miedo hacia arriba, y los azulgrana se echaron a temblar.
El técnico holandés mandó al banco a Bojan para que entrara el denostado Ronaldinho; el cacereño, por su parte, echó mano del hombre milagro del club, Coro, quien, una vez más, llevó al delirio a Montjuïc. Riera sólo se escapó de Puyol una vez. Suficiente. El pase hacia atrás del internacional español encontró en el área la certera bota de Corominas, que despertó a un Barcelona que sigue buscando su identidad.[/b]