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De Messi a Mourinho: tiranías distintas
lunes, 24 de septiembre de 2012
por Rafa Ramos
LOS ÁNGELES -- La tiranía es el arte imperfecto de la autoridad. Hacerse obedecer, para algunos, sabe mejor si incluye el hacerse odiar.
La tiranía incluye dos oficios: imponer la forma de ser y despojar a los otros de su forma de ser.
En un terreno baladí, festivo, lúdico, como el futbol, la tiranía suele ser un ejercicio casual dentro de la cancha.
Pero es un ejercicio causal fuera de ella.
La tiranía es un gobierno del miedo por el miedo mismo. Tanto teme el que está en un extremo como en el otro del látigo. Es un ejercicio huidizo del que pretende gobernar con amenazas como del que accede a ser gobernado con amenazas.
En estos días hemos visto dos manifestaciones de esa tiranía que surge en el futbol, entre dos exponentes notables, triunfadores, de este deporte.
Y no sólo incluyamos a Messi y a Mourinho. Hay que recordar que Zlatan Ibrahimovich llamó "tirano sin cojones" a Guardiola y el mismo Sir Alex Ferguson tiene pasajes de haber sido denunciado como tal, especialmente tras estamparle, accidentalmente o no, un zapatazo en el rostro millonariamente cotizado de David Beckham.
Por eso insisto: hay tiranías que se agudizan durante 90 minutos y hay tiranías que se esfuman durante 90 minutos.
Vimos a un Messi sorprendente porque en ese rostro infantil de Stuart Little aparecía una inesperada mueca de rabia, cuando trataba a un guerrero de mil batallas y victorias, como David Villa, como si fuera un novatón, bisoño, y ojo, tan incipiente como insipiente.
Messi reclamaba y repelaba porque él esperaba el balón en condiciones de anotarle al Granada, y la entrega de Villa, quien se hacía Guaje, había sido deficiente. Claro: Lionel espera perfección de todos, aunque minutos después él tuvo una posibilidad inmejorable de gol, la erró y nadie le espetó nada.
¿Messi tirano? Por el desplante, podría creerse. Y porque después Villa es relevado de la cancha, podría agregarse que su salida habría sido más decisión del argentino que de Tito Vilanova.
Para ser un autócrata hay que ser un ogro 24 horas al día los siete días de la semana. No se puede ser lobo con piel de oveja para luego ser oveja con piel de lobo. Los opresores podrán ser doblemente inmorales, pero no pueden tener doble moral. La compasión es una traición a su canon de perfidia.
Por eso, de Messi cabe entender su exasperación y desesperación de intentar audacias individuales, en las cuales la escasez de posibilidades de gol y de triunfo llegan a contemplarse con cero tolerancia.
¿Se equivocó Lio? Indudablemente. Y si esperaba que Villa asumiera el regaño, el reclamo y la imprecación con sumisión, le quedó claro que será el mejor del mundo en las filigranas personales, pero el Guaje es campeón del mundo en la sociedad perfecta de la Furia Roja, donde los geniecillos, Xavi e Iniesta, aún no oscurecen su luminosidad con ese tipo de histerias.
¿Pasará a mayores? Difícilmente. El mismo Messi debió recapacitar.
Además a Messi no le va a tolerar un grupo exitoso, con líderes como Puyol, y los mismos Xavi e Iniesta, que arruine un proyecto con estos desplantes. Pudo ser un accidente, pero seguramente es un incidente que alerta al Barcelona.
Por otro lado, en el Real Madrid, se siguen elucubrando tormentas. Sergio Ramos organiza una bacanal gastronómica y decide que todos son bienvenidos, menos los portugueses, y este lunes, cuando regresa de titular ante el Rayo, en su discurso hay dos opciones se equivoca o decide equivocarse, al decir que la ropa sucia la lava con la familia, y que si fue banca la semana pasada, pudo o no ser una decisión técnica.
Vayamos al otro caso: Mourinho es un dictador, un tirano.
Pero ese estilo de mando lo ha llevado a conquistar títulos donde se le ha entregado el báculo de patriarca.
Y en ese tono estricto de disciplina y control, queda claro, aprieta, pero no ahorca, al grado que varios de sus dirigidos, en su momento, separados en los caminos del futbol, hablan con respeto de la relación.
Claro en el Real Madrid sobresalta ese tipo de imposiciones. Ha habido víctimas, entre ellas Jorge Valdano, un referente merengue, y han sufrido vejaciones jugadores como Kaká, Benzemá, Higuaín, y hasta desdenes como el mismo Ramos e Iker Casillas.
Y así, le entregó al Real Madrid trofeos que se habían vuelto utopías: Copa del Rey y la Liga.
Hoy está obsesionado con la Champions, el verdadero cometido para el que fue contratado. Y ante Manchester City confirmó que puede tolerar, y hasta fomentar que el grupo se fracture fuera, pero dentro, el compromiso por y con el Real Madrid, se convierte en motivo de alianza suprema.
En una carta a su feroz crítico Francesco Guicciardini, Nicolás Maquiavelo le confesaba: "Yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo, y si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla".
Y en El Príncipe, Maquiavelo retrató la tiranía perfecta.
Sólo Mourinho tiene el genio para escribir una secuela, con tono hasta autbobiográfico, claro, después de que se canse de ganar títulos.
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