Sin perdón. Cuando Florentino irrumpió en escena el pasado 1 de junio, dejó una frase que debía haberse convertido en un mandamiento de obligado cumplimiento: "Hemos vuelto para recuperar la ilusión". Pues bien, pasados 161 días, la única ilusión que se ha recuperado para los restos es la de Alcorcón y sus gentes, municipio honorable de Madrid que se ha ganado el respeto eterno del mundo entero. Fueron once héroes contra once 'alcornoques', y si se ofenden estos últimos que se tomen jarabe de palo y asuman su imperdonable esperpento en 180 minutos que dignificaron el fútbol de verdad, terrícola y honesto (el del Alcorcón Mecánico) y dejaron en cueros la mentira de esos divos de papel que viven tan bien, tan bien, tan bien, que sólo les da para meter un golito a Juanma en dos partidos completos. No me extraña que 80.000 madridistas acabaran con la cara colorada, ayudados por esa calefacción implacable que derritió las ilusiones de una afición centenaria que jamás había sufrido tanta vergüenza. Don Santiago nunca vivió algo así...
Espíritu de nada. Cuando en el minuto 33 el Fondo Sur gritó desesperado "¡Otro Juanito, queremos otro Juanito!", me acordé de los legendarios saltos de mi Juan al ser cambiado tras consumarse la remontada de las remontadas (4-0 el Borussia). Ese sí era el Madrid. Este sólo es un triste simulacro...
Dimisiones en bloque. Si queda vergüenza en los despachos del Bernabéu, hoy mismo debería haber una cadena de dimisiones en su planta noble. Resulta que Lass juega de '2' porque se creía que Ramos estaba sancionado tras su expulsión del Calderón. Pardeza me dijo antes del esperpento que la ausencia de Ramos de la convocatoria fue "una decisión técnica del entrenador". Alguien miente aquí. El problema es que nadie se enteró o se enteró tarde, que Pellegrini dice que no lo citó porque estaba sancionado, que Valdano dice que le avisó ayer de que sí podía jugar, que el chileno se olvidó de decirlo en la conferencia de prensa, que no sabemos quién nos dice la verdad o se está tapando... Así nos va. Siempre nos quedará el Alcorcón. ¡Felicidades, chavales!
