CR9 ¿Objeto fóbico?
Qué está pasando con Cristiano Ronaldo por esos campos de Dios? Aparte del Bernabéu, donde desde su histórica presentación, la gente espera con ansiedad que empiece a hacer los milagros que justifiquen el nacimiento de un nuevo culto, las primeras señales que se reciben de los estadios en los (dos) partidos oficiales en los que ha intervenido, Cornellà y Zúrich, apuntan a que en tiempo récord ha conseguido convertirse en un icono fóbico, alguien en quien descargar las iras y frustraciones que, entre otras cosas, se lleva la gente al campo para aliviarlas. En Cornellà, una sonora pitada le acompañó cuando salió a calentar a la banda y en Zúrich la cosa fue más lejos, con un sorprendente cántico en español a cargo de la hinchada suiza, que se tomó el trabajo de aprender en otro idioma esa expresión que el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ha considerado como insuficiente para justificar el despido de un empleado que la dirigió a su jefe. O sea, "hijo de p...".
La primera explicación, la futbolística, no parece convincente. Si en Cornellà o en Zúrich le hubieran calentado los oídos después de los goles entenderíamos que era una pura reacción contra el killer de sus ilusiones. Pero no es el caso. Fueron pitadas e insultos preventivos, aunque, a la vista de los resultados, muy poco efectivos. Hay que buscar la explicación por otro lado.
Estilismo.
Ese lado tiene que ver con el estereotipo que se ha construido en torno al astro de Madeira. Boris Izaguirre ha acuñado el concepto de "macarra chic" para encuadrar la figura de un personaje que da mucho juego fuera del césped, por su look, por su gusto por la ropa cara que no lo parece, por su estudiado estilismo, su afición a los Ferrari, y, por supuesto, por las chicas a las que pasea, desde Mirella Grisales a Nereida Gallardo o Paris Hilton. Si a ese life style le añadimos pequeños detalles como un modesto salario de 24.657 euros al día y las dificultades para encontrar una casa acorde con sus exigencias, no extrañará que el gen de la envidia, tan humano por otra parte, se les active a muchos ante la imagen del "buen-chico-malo" que encarna Cristiano.
Irreal.
Estereotipo que parece tener poco que ver con la realidad de un profesional que en el campo y en todo lo que lleva a él (desde los entrenamientos a la vida nocturna) se comporta de manera escrupulosa, y basta para ello echar una ojeada a su arquitectura corporal. Un chico de origen modesto, probablemente aturdido por las dimensiones de su éxito y que trata de procesarlo lo mejor que puede, pero que, al margen de algún exceso juvenil, dicen quienes le tratan que es sencillo, cordial y encantador.
A CR le toca apechugar con la inevitable condición de icono de una forma de entender el fútbol como espectáculo que reposa en el star system. Y al igual que es muy probable que para el madridismo esa condición icónica le valga la adoración de los seguidores (de lo que no cabe duda es de que es un crack y en el Madrid va a alcanzar el culmen de su carrera) es igualmente probable que se convierta irremediablemente en el objeto fóbico de las aficiones rivales, que condensarán en él no sólo la rabia de la temida derrota, sino la frustración ante la asimetría -que no provoca sólo ni principalmente Cristiano, pero que le toca representar- entre los poderosos y los modestos, entre los have y los have not. El precio de la gloria, que se decía antes.
Cristiano es -parece- suficientemente inteligente como para procesar esto sin que le afecte al rendimiento. A mi impenitente madridismo le preocupa más que pasemos de los cánticos y los silbidos a los tobillos o a las rodillas. Eso sí que sería lamentable no ya para los madridistas sino para todos los que aman el fútbol. Atentos a la jugada.
José Ignacio Wert es sociólogo y presidente de Inspire Consultores.
Fuente: AS