Esta tesitura es una de las más polémicas, dado que las consecuencias de decretar un penalti y expulsión son el más severo de los castigos en el fútbol. La IFAB promueve el castigo único (penalti) o doble castigo (penalti y tarjeta amarilla, independientemente de si es la primera o la segunda), aunque hay tres principales casos en los que se mantiene el triple castigo: en manos sobre la línea de meta para evitar un gol, en jugadas violentas y en aquellas en las que el defensor se desentienda de la pelota y actúe con el único cometido de cortar la jugada.
Este es otro de los supuestos más controvertidos. Tradicionalmente se ha dicho que toda jugada en la que el último defensor (sin contar al portero) derribe a un delantero, la jugada deberá castigarse con tarjeta roja. Sin embargo, esto no es exactamente así. Puede darse el caso de que la infracción implique la expulsión del defensor o puede que no. En este sentido, la IFAB indica que solo se sancionara con roja en casos similares a los anteriores, en los que exista una conducta violenta.
Sin embargo, también hay otra posibilidad en la que el defensor deberá ser expulsado, por mucho que se trate de una falta leve o un agarrón de la forma más limpia posible. Sin necesidad de que haya derribo, incluso. Es en aquellos en los que el árbitro interprete que corta una ocasión manifiesta de gol, en los que la cobertura de un compañero del infractor no vaya a llegar a tiempo de evitar el mano a mano con el guardameta. Se trata de situaciones límite, en muchos casos, con el agravante de tener que imaginar qué habría sucedido en caso de no haberse producido la falta.
Por cierto hay otra jugada de Rüdiger agarrando del cuello a un atacante del Betis y cae de espalda, hoy perfectamente pudo ser expulsado.